Todo se puede…
Primer día del ultimo mes del 2013 cuanto ha pasado…año fuerte, en
otra hablaremos... me llego esto me dije lo voy a compartir con la gente de la Voz,
una millonésima vez más, digo nada es negativo y absolutamente todo se puede
solo hay que poner manos a la obra este
chico lo que pudo a través dél dolor de falta de lo esencial y no hablamos del siglo pasado 2001 ayer…
Noss vemossss.
Marlene Sigal
424417- 15531920,
William Kamkwamba era uno más entre los millones de
niños pobres que viven en Malawi, uno de los países más necesitados de África.
“Antes de descubrir las maravillas de la ciencia yo era un simple
granjero en un país de granjeros pobres, pero aquel año nuestra suerte se
oscureció”, relata William.
En 2001, una hambruna dramática asoló Malawi y tuvo que dejar
la escuela. Sus padres no podían pagar la matrícula (80 dólares) de acceso
a la educación secundaria.
“En mi casa comíamos sólo una vez al día, por las noches”,
recuerda: ”Miré a mi padre y después a los campos de siembra secos. Era un
futuro que no podía aceptar”.
Un molino hecho de chatarra
Se enfrentó a la situación entrando en una biblioteca. Tenía
catorce años. Allí empezó a leer libros de ciencias, especialmente
sobre física. Como no sabía inglés, el africano al principio sólo se fijaba en
los gráficos y en las fotografías, tratando de relacionar las palabras con los
dibujos. Fue así como se encontró con una imagen que cambiaría su vida: la
foto de un molino de viento en un libro titulado Using energy.
“El libro decía que un molino podía generar electricidad y bombear
agua, y eso significaba riego, una defensa contra la hambruna que
estábamos pasando en aquel tiempo”. Decidió construirlo. Pero como no tenía los
materiales necesarios, tuvo que conformarse con la chatarra que encontró
en un almacén cercano: el aspa de un ventilador, un amortiguador, los restos de
una bicicleta, tubos de PVC…
Gracias a su primer molino, llevó la electricidad a su
hogar. Con doce vatios de potencia, pudo encender cuatro bombillas y dos
radios. Sin embargo, Kamkwamba quería ayudar a toda la comunidad; y para
eso necesitaba construir un molino mayor -con el tiempo construiría
varios- e instalar una bomba de agua y un sistema de riego por goteo.
También lo logró, aunque desde 2007, cuando fue invitado por primera vez a un evento TED tardaron varias
semanas en encontrar la casa de Kamkwamba-, los inversores se volcaron con
William, aportando el capital necesario para la consecución de sus proyectos.
Cuando subió al escenario tenía 19 años. “Antes de esa época, no había
estado lejos de mi casa. No había visto un ordenador. Nunca había entrado
en Internet ni había visto un avión”, recuerda…
Un largo camino
Antes de que entrase en aquella biblioteca, en su aldea,
Masitala, donde apenas hay cincuenta casas, no había electricidad
ni agua potable. Diez años después, el escenario ha cambiado. Sus vecinos
comenzaron tachándole de loco, pero ahora le admiran como a un héroe.
Los últimos molinos de viento construidos
por el joven africano
Mientras tanto, Kamkwamba sigue su viaje. En África, retomó sus
estudios de secundaria en un colegio bíblico y luego fue admitido en la elitista African Leadership
Academy, en Sudáfrica. En la actualidad, estudia en
la Universidad de Dartmouth y su sueño es dirigir su propia empresa de
fabricación de molinos, para llevar la tecnología a África.
Ahora tiene
Twitter y ya ha sido invitado por Google como conferenciante
científico. También ha escrito una autobiografía, The Boy Who Harnessed
the Wind, donde relata su experiencia como inventor. Y el
documental sobre su vida, William and the Windmill, sigue
cosechando premios, el último este año en el festival South by Southwest, en Estados
Unidos.
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