Luciérnaga…
Les
transcribo el cuento completo que conté el viernes en el programas de radio de Kelly, hagan sus propias conclusiones…Verán todo se puede, cuando se quiere, so hay que
quererlo.
PEQUEÑA LUCIÉRNAGA
Había una vez una comunidad de
luciérnagas que habitaba el interior de un gigantesco lámpati,
uno de los árboles más majestuosos y antiguos de Tailandia. Cada noche, cuando
todo se volvía oscuro y apenas se escuchaba el leve murmurar de un cercano río,
todas las luciérnagas salían del árbol para mostrar al mundo sus maravillosos
destellos. Jugaban a hacer figuras con sus luces, bailando al son de una música
inventada para crear un sinfín de centelleos luminosos más resplandeciente que
cualquier espectáculo de fuegos artificiales.
Pero entre todas las luciérnagas del lampati había una muy pequeñita a la que no le
gustaba salir a volar.
- No, hoy tampoco quiero salir a volar -decía todos los días la
pequeña luciérnaga-. Id vosotros que yo estoy muy bien aquí en casita.
Tanto sus padres como sus abuelos, hermanos y amigos esperaban
con ilusión la llegada del anochecer para salir de casa y brillar en la
oscuridad. Se divertían tanto que no comprendían por qué la pequeña luciérnaga
no les quería acompañar. Le insistían una y otra vez, pero no había manera de
convencerla. La pequeña luciérnaga siempre se negaba.
-¡Que no quiero salir afuera!
-repetía una y otra vez-. ¡Mira que sois pesados!
Toda la colonia de luciérnagas estaba muy preocupada por su pequeña compañera.
-Tenemos que hacer algo -se quejaba su madre-. No puede ser que siempre se quede sola en casa sin salir con nosotros.
Toda la colonia de luciérnagas estaba muy preocupada por su pequeña compañera.
-Tenemos que hacer algo -se quejaba su madre-. No puede ser que siempre se quede sola en casa sin salir con nosotros.
-No te preocupes, mujer -la consolaba el padre-. Ya verás como
cualquier día de estos sale a volar con nosotros
Pero los días pasaban y pasaban y la pequeña luciérnaga seguía encerrada
en su cuarto. Una noche, cuando todas las luciérnagas habían salido a volar, la
abuela de la pequeña se le acercó y le preguntó con mucha delicadeza:
-¿Qué es lo que ocurre, mi pequeña? ¿Por qué no quieres venir nunca con nosotros a brillar en la oscuridad?
-¿Qué es lo que ocurre, mi pequeña? ¿Por qué no quieres venir nunca con nosotros a brillar en la oscuridad?
-Es que no me gusta volar-, respondió
la pequeña luciérnaga.
-Pero, ¿por qué no te gusta volar ni mostrar tu maravillosa luz? -insistió la abuela luciérnaga.
-Pero, ¿por qué no te gusta volar ni mostrar tu maravillosa luz? -insistió la abuela luciérnaga.
-Pues… -explicó al fin la pequeña luciérnaga-. Es que para qué
voy a salir si nunca podré brillar tanto como la luna. La luna es grande, y muy
brillante, y yo a su lado no soy nada. Soy tan diminuta que en comparación
parezco una simple chispita. Por eso siempre me quedo en casa, porque nunca
podré brillar tanto como la luna.
La abuela había escuchado con
atención las razones de su nieta, y le contestó:
-¡Ay, mi niña! hay una cosa de la luna que debería saber y, visto lo visto, desconoces. Si al menos salieras de vez en cuando, lo habrías descubierto, pero como siempre te quedas en el árbol, pues no lo sabes.
-¡Ay, mi niña! hay una cosa de la luna que debería saber y, visto lo visto, desconoces. Si al menos salieras de vez en cuando, lo habrías descubierto, pero como siempre te quedas en el árbol, pues no lo sabes.
-¿Qué es lo que he de saber y no sé?
-preguntó con impaciencia la pequeña luciérnaga.
-Tienes que saber que la luna no tiene la misma luz todas las noches -le contestó la abuela-. La luna es tan variable que cada día es diferente. Hay días en los que es grande y majestuosa como una pelota, y brilla sin cesar en el cielo. Pero hay otros días en los que se esconde, su brillo desaparece y el mundo se queda completamente a oscuras.
-Tienes que saber que la luna no tiene la misma luz todas las noches -le contestó la abuela-. La luna es tan variable que cada día es diferente. Hay días en los que es grande y majestuosa como una pelota, y brilla sin cesar en el cielo. Pero hay otros días en los que se esconde, su brillo desaparece y el mundo se queda completamente a oscuras.
-¿De veras hay noches en las que la luna no sale? -preguntó sorprendida
la pequeña luciérnaga.
Así es -le confirmó la abuela. La luna es muy cambiante. A veces
crece y a veces se hace pequeñita. Hay noches en las que es grande y roja y
otras en las que desaparece detrás de las nubes. En cambio tú, mi niña, siempre
brillarás con la misma fuerza y siempre lo harás con tu propia luz.
La pequeña luciérnaga estaba asombrada ante tal descubrimiento.
Nunca se había imaginado que la luna pudiese cambiar y que brillase o se
escondiese según los días.
Y a partir de aquel día, la pequeña luciérnaga decidió salir a
volar y a bailar con su familia y sus amigos. Así fue como nuestra pequeña
amiguita aprendió que cada uno tiene sus cualidades y por tanto, cada uno
debe brillar con su propia luz.
Autor: Desconocido
Marlene Sigal